«Distinto», por Ibeldo N. Cervigni

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Una tarde en silencio te marchaste,
Guerrera de mi vida, centinela de mi alma.

Recuerdo que por noviembre era,
Cuando aún la primavera transitaba victoriosa,
Mostrando amor y alegría de juventud.
Y brotaban los rosales y se cubrían de flores,
Y los campos de mil colores ya se pintaban,
Y las nubes huían presurosas,
Dejando un cielo más azul.

Pero tú elegiste explorar nuevos caminos,
Los insondables caminos que nos ofrece la muerte,
Y que tuvo en tu partida, tan solo un recorrido.
Y nunca más viviremos el sueño de tu regreso.

Una tarde en silencio te marchaste,
Y aun sabiendo que ya no haz de volver,
Te recuerdo con dolor, esperándote en vano.
Aunque te veo en mis sueños, radiante, feliz,
Te veo orgullosa con tu chaquetilla blanca,
Portando aquel milagroso maletín marrón.
Y te veo apurada caminando las calles,
Para llegar a tiempo, irradiando serenidad.
Te veo como si el tiempo no te alcanzara,
Para llevar tanta fe y tanta sabiduría,
Como solo tú le podías dar al necesitado.

Te veo en las estrellas por las noches,
Te oigo en la suavidad de los vientos.
Te imagino cuando ese motor se apaga,
Y la puerta de aquel vehículo se abre,
Y oigo pasos, y por un instante quisiera gritar,
¡Mariángeles! Pero estalla la realidad,
Y esa realidad, es desilusión y dolor.

Una tarde en silencio te marchaste,
Y sé que muy pronto te he de alcanzar,
Entonces juntos saldremos a recorrer lugares,
Aquellos, que admirabas tanto desde pequeña,
Y también recorreremos las calles, las casas,
Y nos sentaremos en un banco de la plaza,
Y veremos pasar a los chicos con guardapolvo blanco,
Con su andar presuroso rumbo a la escuela,
Y visitaremos las casas de los que ya no están,
Y también estaremos en los cumpleaños,
Y nos sentaremos en la cabecera de la mesa.

Y en silencio todos cantaremos y brindaremos,
Con los mismos compañeritos de antes,
Donde ya nadie notará nuestra presencia,
Porque ellos, ahora tampoco estarán.
Y también visitaremos la cancha de River.
El River que tanto te apasionaba,
Y nos deslizaremos por el verde césped,
Y correremos felices junto a los jugadores,
Porque ellos tampoco, notarán nuestra presencia.

Una tarde en silencio te marchaste,
Guerrera de mi vida, centinela de mi alma.

Sé que el mundo seguirá andando,
Y sé que en ese mundo todo seguirá igual,
Pero para mí, aunque todo será igual,
Será distinto.