Un cambio ante el cambio climático

Las extremas temperaturas de los últimos días no pueden pasar por alto sin que reflexionemos sobre la manera en que habitamos y administramos las ciudades, al tiempo que seguimos pagando las consecuencias por la manera en que lo hacemos.

Por Gonzalo Cristini (*)

Plantacion arbol

El cambio climático es la modificación a largo plazo de los patrones del clima del planeta o de sus temperaturas promedio, debido principalmente a la acción humana, que se traduce en quema de combustibles fósiles, pérdida de bosques y otras actividades producidas en el ámbito industrial, agrícola y el transporte, entre otros.

Ante esta situación resulta casi imperioso que los gobiernos locales nos hagamos cargo de esta problemática que, si bien tiene sus alcances a escala global y son los propios estados nacionales quienes deben afrontar con mayor fuerza las causas que generan estas consecuencias, requiere aportes de los municipios y las comunas desde su ámbito de incumbencia, con políticas públicas de carácter trasversal que contribuyan a poner los cimientos de ciudades con mejor calidad de vida y más resilientes, entendiéndose por ello la facultad de anteponerse a circunstancias cada vez más inciertas y con consecuencias hasta ahora inexploradas.

Hace tiempo que venimos señalando la necesidad de implementar políticas públicas locales transversales con perspectiva de cambio climático, entre las que encontramos -por ejemplo- los programas de movilidad. Es cierto que, a una escala mayor podría mencionarse que es necesario desincentivar el uso de medios de transporte cuya propulsión dependa del uso de combustibles de origen fósil, pero desde lo local lo podemos complementar promoviendo el uso de medios de movilidad amigables con el ambiente e incluso la salud, como la bicicleta y los senderos peatonales seguros, para lo cual es indefectiblemente necesaria la inversión en infraestructura urbana que recepte estos medios de transporte.

También es indispensable que un Estado local promueva buenos hábitos, que sean saludables tanto para las personas como para el ambiente y que redunden en una mejor calidad de vida entendiendo a la interrelación entre el ser humano y las especies del reino animal y vegetal como vital para el desarrollo de la sociedad, generando una sinergia virtuosa de cuidados que nos permita mejorar nuestra realidad desde la salud preventiva, promoviendo mejores hábitos de consumo y actividad física. Es imprescindible la promoción de una adecuada proliferación de la vegetación, fundamentalmente nativa, en ámbitos urbanos y suburbanos, para que esto contribuya a mitigar los efectos del calentamiento global que ya estamos comenzando a sentir.

Es necesario que también cambiemos la concepción del espacio público para que cada vez sean más y de mejor calidad, y que exista una verdadera apropiación de estos por parte de la ciudadanía, entendiéndolos como un punto de encuentro entre ciudadanos y naturaleza, además de extremar el cuidado y el respeto a los espacios que tienen que ver como el entramado de humedales y bosques nativos de nuestra región, que son fuente de equilibrio y permiten la existencia de una biodiversidad en nuestra ciudad.

En cuanto a la producción también es necesario que desde lo local se propicie el uso de energías limpias, tanto para la vida cotidiana como para el destino productivo específicamente, logrando así reducir el impacto de la huella de carbono. El uso racional de este tipo de energías en una ciudad como la nuestra tiene que ser promovido como política de Estado desde lo local y, por otro lado, impulsar modelos productivos alternativos que sean más amigables con el ambiente, como la agroecología, un modelo productivo a una escala más humana y cercana, que supone un limite al impacto de la producción al ambiente. En suma, las políticas productivas tienen que tener indefectiblemente una impronta netamente localista, que garantice cercanía entre lo que producimos y consumimos.

En materia de políticas de sostenibilidad, los gobiernos locales deben impulsar la generación de emprendimientos verdes o eco-emprendimientos, que orienten el desarrollo de sus actividades a mitigar, reducir o eliminar problemáticas ambientales relacionadas con los patrones de producción y consumo que deterioran las condiciones naturales del ambiente.

De igual modo, el uso de energía limpias se debe estimular tanto para la producción -cualquiera sea su actividad- como en el desarrollo de nuevas urbanizaciones donde se destine el suelo local al uso habitacional.

Repensar los servicios públicos también debe ser una premisa para reducir al máximo posible el impacto de los mismos sobre el ambiente. Esto se basa en propender al uso de iluminación pública de bajo uso energético, el reemplazo progresivo de medios de transporte que no utilicen combustibles de base fósil, entre otras acciones. Por ejemplo, algo fundamental en los tiempos que corren, promover una gestión integral de residuos sólidos urbanos que comience por una apropiada separación en origen y tenga como fin la reducción al máximo posible de aquellos residuos de imposible reciclado y tratamiento que vayan a una disposición final controlada.

Estas ideas que hoy comparto no pretenden erigirse como la solución al problema. No se trata de una enumeración taxativa de posibles herramientas para contribuir a reducir el impacto del cambio climático en nuestras sociedades, sino por el contrario, se plantean como un disparador a nuevos desafíos que deberían estar en todo análisis de futuro sustentable para nuestra ciudad, el que seguramente es necesario complementar y ampliar.

La necesidad de un cambio ante el cambio climático no pude ser un juego de palabras. Es hora que aquellas comunidades de mediana y pequeña escala como las nuestras dejemos de pensar que el cambio climático es “cosa de grandes” para ponernos en acción y generar mejores condiciones de vida, de producción y de consumo, que sean amigables con el ambiente y el futuro. El momento es ahora.

(*) Concejal de Villa Constitución (PS-Frente Progresista), abogado (UNR), diplomado en Gestión y Control de Políticas Públicas (FLACSO) y presidente del Centro de Estudios y Participación Social (CEPS).