Anécdotas de guardia

Por Dr. Rubén Mingroni.

NOTA. Anecdotas de guardia
Gentileza Dr. Rubén Mingroni (Facebook).

En mi época era el único médico de guardia de piso y consultorio externo, jugador de toda la cancha, cuando el silbato sonaba, salía a la cancha, y me encontraba con un grupo de enfermeras que me rodeaban como Bélgica al Diego. Dr. la paciente de la 101 POP de vesícula está con vómitos, la abuela de la 108 le trajeron torta y se broncoaspiró, Dr., Dr., el especialista no viene y hay que hacer un electrocardiograma para una probable apendicitis. No es para entrar dormido a este partido, cuando miro el reloj el bar cerró y por detrás pasa la cocinera y me dice le dejé milanesas con papas en la heladera, tienes que prender el horno y cocinarlas, está todo listo, es como que tengo la pelota picando en el área pero yo estoy en la línea del área de enfrente.

Sigo corriendo, la guardia con chicos que piden certificados para ausencia escolar, dos para sutura, por riña callejera y uno que se cayó de la moto, que con su respiración a alcohol sanitizó toda la guardia gratis. Cuando pensé que llegaba el entretiempo y habían dado bastante descuento abro el bar, prendo el horno y por altoparlante se siente “doctor presentarse urgente en sala de parto”.

Alcanzo a cerrar la llave de gas y subo los dos pisos por escalera hasta terapia, de ahí paso a sala de parto donde encuentro que una joven dama acompañada por dos enfermeras esperaban para dar a luz. Miro a los costados para dar ese pase gol que te deja orgulloso de la jugada pero era yo solo dentro del área, sin más, así que comenzamos. Fue un varón y toda la película salió excelentemente bien, “sin cortes”.

Ya entrada la madrugada el calor de la sala de parto me hacía acordar a la platea baja de la Bombonera en verano. Bajo a ver si podía comer algo pero siempre hay alguien que no puede dormir y piensa “adónde voy”, y… a la guardia, total ahí no duerme nadie. Y te cuenta todo lo que le pasó durante el día con tantos detalles que le dije serías ideal de ayudante de campo. Me miró sin entender, se llevó algunos consejos de vida bilardistas y algunas recetas que necesitaba su madre.

Me di cuenta que amanecía cuando alguien gritó quién dejó abierto el bar, ni la comida tocaron estos chicos de ahora…

Cuando abrió administración me envían por el BIP, le cuento teníamos una especie de aparatito para ubicarnos, sonaba y enviaban unas pocas palabras escritas, decía presentarse en dirección. Subo ya por ascensor porque tenía menos piernas que en un alargue, la directora me saca amarilla (me llama la atención) porque estaba trabajando sin la chaqueta. Es verdad, me la dejé en la sala de parto, dije: ¿este reglamento de sacar la amarilla cuando te retirás la camiseta lo habrá puesto esa directora?

Así siguió mi día, tomando un café de parado y corriendo como el Mono Perotti esquivando camillas y enfermos, hasta que por fin terminó el partido (la guardia). Salís pensando todo lo vivido y te cuesta dormirte, pensando cómo estará el operado, la abuela, los de la riña, el borracho y el bebé. A veces tienes tiempo de volver al otro día, a veces no porque entrás en otro trabajo o por ahí tienes la suerte de que un día caminando por la calle un niño corra hacia vos y te diga “Hola, doctor, usted una noche me trajo al mundo”.